Consumo colaborativo en la era digital: Mucho más que Uber

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Rosario Mellado Silva

Profesora de Investigación de Mercados en la Universidad del Pacífico y Directora Senior en Ipsos Perú

El fenómeno del consumo colaborativo fue reconocido por la revista TIME como una de las diez ideas que cambiarán el mundo (Time, 2011). Si bien en su momento esto parecía ser una profecía futurista, actualmente se trata más de una realidad en rápido crecimiento que de una promesa a largo plazo.

Con frecuencia se habla incorrectamente de sharing economy para casos exitosos como el de Uber, que logra coordinar la oferta y la demanda eficientemente a través del uso de geolocalización y medios electrónicos de pago, pero sin llegar al verdadero concepto de colaborar o compartir. Lo mismo sucede indistintamente con Airbnb, Spotify o Alibaba. Efectivamente, cada uno de ellos representa una innovación disruptiva en su industria, que facilita el intercambio de productos y servicios a través de plataformas digitales, y que además de poner en contacto directo a vendedores y compradores, han logrado democratizar el mercado.

Es sabido que el crecimiento global de Uber ha sido vertiginoso: En diciembre del 2015 llegó al billón de servicios, lo que le tomó cinco años, y en solo seis meses más llegó a la meta del segundo billón (Fortune, 2016). Sin embargo, la “uberización” de los negocios no siempre cumple con los principios de economía compartida cuando en realidad aún existe mucho potencial en ese sentido.

El concepto de consumo colaborativo es difundido por Rachel Botsman, autora del libro, “What’s Mine Is Yours: The Rise of Collaborative Consumption” (Bostman, 2010). Se usan muchos términos para describir a diferentes modelos que usan tecnología digital para facilitar el encuentro directo entre proveedores y clientes, o propietarios y usuarios, sin necesidad de intermediarios. Términos como, “consumo colaborativo” o “economía compartida”, se usan indistintamente, pero muchas veces tienen poco en común.  Para Botsman, los negocios colaborativos, basados en el concepto de compartir, deben involucrar el dar valor a bienes no usados o subutilizados que representan una capacidad ociosa disponible, ya sea o no a cambio de alguna retribución monetaria.

Casos como el de Uber se definen más bien como on-demand services (servicios a demanda), pues se trata de plataformas que facilitan la interacción directa entre clientes con necesidades específicas y proveedores dispuestos a vender productos o servicios de manera inmediata. En el mismo tipo de modelo de negocio se encuentran ejemplos como Washio, que ofrece servicios de lavandería a domicilio en pocas horas y a precios muy económicos, o Instacart, que ofrece delivery de abarrotes desde supermercados y tiendas locales en solo dos horas.

Por otro lado, el concepto de economía colaborativa (collaborative economy) implica un sistema económico de redes y mercados descentralizados que le otorga valor a activos subutilizados, sin necesidad de intermediarios tradicionales. Un buen ejemplo es Etsy, que permite comprar ropa, accesorios, herramientas y otros artículos en desuso, o Lending Club, que facilita el acceso a capital financiero poniendo en contacto a inversionistas y prestamistas. También destaca Transferwise, que evita incurrir en costos cuando se trata de enviar dinero a cualquier cuenta bancaria en el extranjero.

En cambio, la economía compartida (sharing economy) se basa en compartir o prestar temporalmente activos o servicios, directamente entre individuos. El ejemplo más claro y popularmente conocido es Airbnb, que pone a disposición de los viajeros casas y departamentos por periodos cortos de tiempo, a precios mucho más accesibles que los de un hotel. O BlaBlaCar, que conecta a conductores con sitio disponible en sus autos con pasajeros que van en la misma ruta. Del mismo modo, Landshare pone en contacto a quienes tienen tierras disponibles con aquellos que quieren cultivarlas, e iniciativas como Kickstarting, proveen fondos para el emprendimiento a través de crowdsourcing.  Más interesante y original aún resulta la oferta de Skillshare, que permite a expertos en diferentes temas compartir sus conocimientos a través de clases personalizadas, con más de 16,000 opciones disponibles.

Finalmente, el concepto de consumo colaborativo (collaborative consumption) implica la reinvención de comportamientos de mercado tradicionales a través de la tecnología, con modalidades y volúmenes nunca antes posibles. Un ejemplo es Zipcar, que brinda acceso al uso de autos por horas o días, o Yerdle, que permite vender objetos usados a cambio de puntos para obtener otros artículos de segunda mano.

Un caso más interesante, con propósito conservacionista, es el The Freecycle Network, organización sin fines de lucro con más de cinco mil grupos y nueve millones de miembros que donan y obtienen artículos sin costo para sus comunidades, con el objetivo de reciclar y evitar la acumulación de desperdicios.

En todos los casos, compartir información es clave para el modelo del consumo colaborativo y es lo que sustenta los principios del crowdsourcing, que se usa de manera muy efectiva en aplicaciones de tráfico como el Waze para hacer confluir la información obtenida de los choferes mientras conducen.

Más allá del uso de medios digitales, que parece marcar la diferencia en todos estos modelos, la necesidad de compartir es una tendencia que se viene acentuando con el cambio generacional (Euromonitor 2015). La cultura individualista, que priorizaba la acumulación de bienes como signo de éxito y fomentaba la construcción de muros y comunidades cerradas, da paso a una generación que valora las experiencias por encima de los bienes materiales, que busca evitar el desperdicio y lograr eficiencia. Cada vez más personas alrededor del mundo se deshacen de lo que consideran innecesario y viven sus vidas pagando únicamente lo que consumen o usan, más que adquiriendo bienes a largo plazo. Estos consumidores ya acceden a documentos, libros, música y películas por medios digitales, por lo que adoptan rápida y naturalmente el modelo de consumo colaborativo.

Adaptarse al cambio y las nuevas tendencias es vital para asegurar la vigencia de las marcas en un nuevo entorno. De este modo, retailers como Home Depot han empezado a alquilar herramientas de baja demanda, así como Patagonia se ha asociado con eBay para redistribuir prendas usadas y extender su base de consumidores.

En pocas palabras, el éxito o la autorrealización dejan de limitarse a lo que poseemos y más bien se enfocan en cómo nos sentimos y nos expresamos. Es por ello que las plataformas digitales se convierten en los medios ideales para canalizar estas necesidades. El consumo colaborativo refleja nuestro deseo como seres humanos de conectarnos directamente con la comunidad y sentirnos parte de un colectivo, lo que va mucho más allá de la simple necesidad de comprar y vender. La tecnología es un facilitador, pero el cambio principal viene desde dentro de las personas.

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Fuentes de referencia:

  • Walsh, Bryan: “10 Ideas that will Change the World: Today’s Smart Choice: Don’t Own. Share”. Time Magazine, Mar. 17, 2011.
  • Top 10 Consumer Trends 2015 (2015)
  • Fortune: “Uber Completes 2 Billion Rides”. Julio 18, 2016
  • Bostman, Rachel y Rogers, Boo. “What’s Mine Is Yours: The Rise of Collaborative Consumption”. Harper Business, 2010.

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Comentarios

  1. Marimé Carbonell

    ¡Bravo Charito!
    Muy buena la aclaración. Hay un ejemplo de economía colaborativa muy bonito por parte de Mahindra en la India, haciendo accesible el uso de tractores para campesinos que no tienen los recursos para comprar este tipo de bienes. Exitos!

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